La Habana.- Un burócrata de 57 años tomará el relevo a Raúl Castro como presidente de Cuba el jueves, mientras el gobierno, liderado por la misma familia durante seis décadas, trata de garantizar la supervivencia en el largo plazo de uno de los últimos países comunistas del mundo.
Miembros de la Asamblea Nacional nominaron el miércoles a Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez como único candidato a la presidencia.
El resultado no se anunciará oficialmente hasta el jueves por la mañana, pero el nombramiento parece claro dado que el organismo aprueba todas las propuestas del gobierno con márgenes del 95% o superiores.
Castro, de 86 años, seguirá siendo primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), que según la Constitución “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”.
Esto supone por el momento será la persona con más poder en la isla. Su salida de la presidencia es no obstante un momento cargado de simbolismo para un país que ha estado bajo el mando absoluto de una familia, los Castro, desde la Revolución Cubana.
El primero en asumir el mando fue el líder revolucionario Fidel Castro y, en esta última década, su hermano menor.
Enfrentando a la realidad biológica pero todavía activo y con una aparente buena salud, Raúl Castro renunció a la presidencia en un esfuerzo por asegurar que los nuevos líderes pueden mantener el control del gobierno ante el estancamiento económico, el envejecimiento de la población y el creciente desencanto entre las generaciones más jóvenes.
“A mí me gusta la continuidad de las ideas del presidente Fidel Castro, por todo lo que hizo por el pueblo”, dijo Melissa Mederos, una estudiante de 21 años de lengua inglesa.
Mederos, que además se desempeña como maestra, apuntó que el país necesita una renovación y que Díaz-Canel debe enfocarse en la economía porque el pueblo “necesita vivir un poco mejor”.
La mayoría de los cubanos conocían al primer vicepresidente como una figura poco carismática que hasta hace poco mantuvo un perfil público tan bajo que era prácticamente inexistente.
Esta imagen cambió ligeramente este año cuando los medios estatales empezaron a prestar cada vez más atención a sus apariciones públicas, incluyendo unas declaraciones del mes pasado a reporteros en las que prometía que el gobierno cubano sería más receptivo a su gente.
“Aquí estamos construyendo una relación de gobierno y pueblo”, dijo entonces, tras votar en las elecciones a la Asamblea Nacional, añadiendo que las vidas de los diputados debían centrarse en relacionarse con la gente, escucharla, investigar sus problemas y fomentar el debate.
Díaz-Canel inició su carrera política en la provincia central de Villa Clara, donde fue primer secretario del Partido Comunista, un cargo equivalente al de gobernador.
Allí, sus conciudadanos lo describen como un tecnócrata trabajador y con estilo de vida modesto, dedicado a mejorar los servicios públicos.
En 2009 fue nombrado ministro de Educación Superior y desde ahí ascendió a la vicepresidencia del país. En un video de una reunión del PPC que inexplicablemente se filtró a la opinión pública el año pasado, Díaz-Canel expresaba una serie de posturas ortodoxas que incluían las sombrías promesas de cerrar algunos medios independientes y señalar algunas embajadas europeas como puestos de subversión extranjera.
Pero también ha defendido a académicos y blogueros de las críticas de los conservadores, lo que llevó a algunos a describirlo como un potencial defensor de una mayor apertura en un sistema que no tolera prácticamente ninguna crítica ni disidencia.
Tanto los observadores internacionales como los cubanos analizarán cada uno de sus movimientos una vez asuma oficialmente el poder el jueves.
Dos años después de sustituir a su hermano enfermo en 2006, Castro lanzó una serie de reformas que ampliaron el sector privado a casi 600.000 personas y dieron más libertad para viajar y para acceder a la información.
No logró arreglar los negocios estatales, generalmente poco productivos y altamente subvencionados, que, junto a una burocracia de estilo soviético, dan empleo a casi tres de cada cuatro cubanos.
El salario estatal medio es de 30 dólares, por lo que muchos trabajadores tienen problemas para alimentar a sus familias y suelen depender de la corrupción o las remesas de parientes desde el extranjero.
Las medidas de Castro para abrir la economía se congelaron o revirtieron en su mayoría tan pronto comenzaron a darse muestras de riqueza en la nueva clase empresarial de una nación dedicada oficialmente a la igualdad entre todos sus ciudadanos.
“No quisiera ver un sistema capitalista, ojalá que no llegue, pero sí hay que arreglar la economía”, dijo a la AP, el constructor de 41 años Roberto Sánchez, quien dice que quisiera tener acceso a más bienes de consumo.
Como ocurre en las elecciones legislativas, todos los líderes elegidos el miércoles fueron seleccionados antes por una comisión designada por el gobierno.
Las boletas ofrecen solo la opción de respaldar o no a los aspirantes, que suelen recibir más del 95% de votos a favor.
La Comisión de Candidaturas también nominó a otros seis vicepresidentes del Consejo de Estado, el principal órgano de gobierno de la isla.
Solo uno de ellos, Ramiro Valdez, de 85 años, estuvo entre los revolucionarios que lucharon con los Castro a finales de la década de 1950 en las montañas de Sierra Maestra.
Los medios estatales se centraban el miércoles en difundir un único mensaje: el sistema de Cuba se mantiene frente al cambio.
Comentaristas en la televisora estatal y en internet ofrecieron largas explicaciones de por qué la política de partido único y la economía socialista cubanas son mejor opción que los sistemas multipartido y el libre mercado, y aseguraron que la isla no vivirá cambios drásticos pese al relevo en la jerarquía de poder.
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